Ya habían planeado aquel encuentro en el sauna para cuando Alejo volviera de viaje, apenas pisó Lima tenían que verse, “una tarde relax” dijeron.
Ese domingo, Cielo ni almorzó, no podía ocultar en sus ojos la emoción de volver a ver al hombre que tanto quería y que la hizo mujer.
Como siempre, él la hizo esperar, pero ella siempre fiel, sabía que en cualquier momento aparecería afuera de aquel supermercado.
Finalmente apareció, y el corazón de Cielo bailaba dentro de su cuerpo, al rato el pronunció “Has bajado bastante de peso”, y ella feliz, solo dijo “¿Te parece? Bueno, Gracias” y en su mente resonaba (Cinco kilos en un mes, por ser bulímica, y, a veces, anoréxica… Qué felicidad!).
Caminaron bastante tiempo, ya que habían calculado mal el dinero y no alcanzaba para el “sauna”. Así, Alejo terminó convenciendo a Cielo de comprar unas cuantas cervezas e ir al hostal de siempre.
Cielo tenía claro que sería la última vez que vería a Alejo, por eso aceptó.
La recepcionista (siempre dudaron si tenía un ojo desviado) les dio la misma habitación de siempre en el tercer piso, aunque Alejo nunca notaba esos detalles.
Entraron en la confianza que siempre terminaba por envolverlos a los dos, como si mezclaran una sustancia química con resultados perfectos.
Alejo, con toda la conchudes del mundo, le pidió a Cielo que lo afeitara, suena gracioso pero ella aceptó. Ella no tenía experiencia en afeitar barbas y bigotes, sólo, a veces, cuando veía a su papá como lo hacía, pero parecía ser fácil; lo intentó, pero no quedó perfecto.
Luego de un rato, la conversación se comenzó a poner un poco densa. De la boca de Cielo salía cada palabra perfecta para describir a Alejo; incluso parecía que ella lo conocía más que él se conocía a sí mismo.
De alguna manera se parecían mucho, por eso se conocían. Pongamos un ejemplo: Si Alejo encontraba algún parecido en otra persona, un parecido que a él no le gustaba de sí mismo, ésta terminaba por no caerle bien, lo repudiaba, le daba asco; porque esa cosa en común que tenían era algo que Alejo no soportaba en si mismo, no soportaba ser así, NO! Exactamente como Cielo, que no se soportaba a sí misma. Los amigos de Alejo eran personas muy distintas a él, éstas personas tenían cosas (en su personalidad) que Alejo anhelaba tener, pero eso es algo que Alejo jamás aceptará.
Pero, ¿Cómo siendo Alejo tan parecido a Cielo, a él si lo soportaba?
Lo soportaba, porque lo quería, Cielo se había enamorado de él, y no le importaba lo desagradable que podía llegar a ser como persona.
Por el contrario, Alejo no podía soportar que alguien tan parecido a él, Sin personalidad definida, sino múltiple y amoldable, lo quisiera tanto, haya arriesgado y perdido tanto por él, no podía soportarlo, por eso la trataba mal, como si fuera un castigo para él también.
Cielo comenzó a besarlo con el corazón en la mano izquierda y la derecha jugaba con los rulos de Alejo, lo acariciaba. Sus labios bailaban libremente, dejándose llevar por la pasión que sentía dentro, Pero luego se dio cuenta que era ella la única que besaba y disfrutaba de aquellos besos.
Cielo comenzó a hundirse y comenzó a llorar, solo lloraba mientras él disfrutaba. Cielo le decía “mátame de una vez, ¿qué más estas esperando?” “mátame ya” “mátame que sería lo mejor” “mátame que ya no queda nada bueno en mi”
Cielo seguía llorando y no paró de llorar hasta que él terminara y dentro de ella.
Fue algo irónico que de todas las veces que Cielo y Alejo estuvieron juntos, él nunca había llegado a “terminar”, y ese domingo, el último domingo, lo hizo y dentro de ella.
Cielo no sintió nada, ya estaba tan abajo, tan hundida en su mundo, que fue imposible para ella sentir placer alguno.
Luego de unos minutos, ella sacó dos de sus pastillitas de la felicidad (clonazepam) (vale decir que cuando un individuo la ingiere por primera vez, le choca demasiado y es como si sus anticuerpos durmieran profundamente) y lo convenció de probarlas, total, era una droga legal y ya antes habían experimentado con cosas peores. “Te van a hacer volar” le dijo y las ingirió con un trago de cerveza. Lo que no le dijo fue que volaría un minuto y luego caería en picada y se convertiría en un zombie.
El no podía coordinar movimiento alguno y Cielo no podía dejar de reír por lo estúpido que se le veía, pero luego cogió la correa de su pantalón (ya que había bajado 5 kilos en un mes) y lo ató suavemente en el cuello de Alejo, con dulzura, como para no dañarlo.
Empezó a llorar y a jalar de la correa, lloraba porque ella nunca pudo sacar lo mejor de él cuando estaban juntos y mientras jalaba de la correa, Alejo sabía que con sólo una palabra podía pararlo pero su orgullo no lo dejó pronunciar ni un “basta”. Cielo jalaba cada vez más fuerte y lloraba cada vez más fuerte.
Veía como se le hinchaban los ojos, se le ponían rojos, como sacaba la lengua para intentar respirar, ver su cara roja con las venas que parecían explotar y luego, poco a poco verlo ponerse morado. Al rato, Alejo dejó de respirar, y ella, se quedó inmóvil al lado de él un buen rato, tocando su cabello y dándole los últimos besos al hombre que tanto quería, pero que ya había dejado de existir.
Luego, Cielo tomó su ropa y se vistió, llorando soltó la correa del cuello de Alejo, se la puso, rodeando sus caderas y salió de la habitación.
La recepcionista con el ojo desviado preguntó por su acompañante y ella contesto “Está tomando una ducha” y se fue.
Cielo lloraba, no paraba de llorar porque efectivamente era la última vez que lo vería, sabía que no volvería a ver su cara, tocar su cabello, lloraba de rabia porque en todo el tiempo que hubo algo entre ellos, Cielo nunca pudo sacar lo mejor de él, lloraba caminando por las calles peor que un bebé, hasta llegar al paradero, incluso allí seguía llorando.
Era obvio que no lloraba de arrepentimiento, sino, porque al fin se había dado cuenta que él nunca la quiso, nunca la respetó ni se preocupó por ella y ahora tenía lo que se merecía.
Después de aquel domingo, cada día lo extrañaba más, pero en su interior se sentía mas tranquila porque una gota de esperanza llenaba su alma.
Para la sorpresa de Cielo (siempre hay un pero) pero para su sorpresa, exactamente 9 días después de haberlo matado, le llegó un mensaje muy extraño, era del celular de Alejo y decía: “OE AÚN QUIERES QUE TE MATE, AVISAME NOMAS”
¿Qué estaba pasando? ¿Acaso Alejo todavía no se había dado cuenta que ya había muerto? ¿O está en el limbo esperando a la única mujer que verdaderamente lo amó?